CARTA III
Querido y muy estimado tío Cosme,
El Fray.
En primer lugar, déjame decirte que te escribo esta carta, por que después de mucho, muchísimo tiempo me acorde de ti, y la verdad fue gracias a tu hermano, que cuando llegó de visita a casa el día de mi cumpleaños, hizo que se me pusiera la piel de gallina, ¿Y sabes por qué? Por que siento que estoy en deuda contigo mi estimado tío Fray, una deuda grande que no se puede pagar con el miserable dinero.
Recuerdo la primera vez que llegaste a casa tío fray, tu apariencia de cansando por el tiempo era enternecedora, y agradeciste muy amenamente la invitación de mi madre, por quedarte con nosotros. Yo tenía cinco años aproximadamente y tú con tu manera de ser, hiciste que te quisiera como un padre. Y digo esto por que te considero así, un padre, por que fuiste tú quien me enseñó a creer en la gente, a reír contigo, a ayudar a los demás, a rezar, a bailar, a mirar la vida de forma simple, a jugar trompo, bolitas, las cartas y hasta querer mucho a los gatos-, ¿Te acuerdas cuando te pedí que seas mi padrino, cuando fui elegido brigadier en el colegio? Recuerdo ese día muy a menudo estimado tío, tú con esa chompita marrón que no dejabas nunca, llegaste al colegio y muy alegre pusiste mi cordón en aquella celebración. Como premio me compraste ese carrito que te pedí, por que sólo tú sabías mi atracción por las cuatros ruedas. Fue muy tierno lo que hiciste, ¿lo sabías?
Siempre recuerdo las reuniones que hacía la familia, tú con tus clásicos sermones de cura, que fuiste, bautizabas y bendecías a diestra y siniestra todo evento familiar que había. ¿Te acuerdas la trágica vez que falleció mi abuelo? ¡Si, el gruñón! – ¿te acuerdas? – espero que sí. Pues ese día toda la familia estaba destruida y tú te levantaste y hablaste por todas aquellas personas que no tenían palabra alguna en ese momento. Fue muy valiente lo que hiciste querido fray. Yo era un niño en ese tiempo, pero soy conciente, que no hubiera hecho lo que hiciste, por que sólo tú tenías esa valentía propia que te caracterizaba.
Sabes muy bien que cada día que pasaba, eras más querido por todos en casa, pero nadie aprobaba que fumaras tanto estimado Fray, ¿Te acuerdas cuando mi madre te había prohibido fumar, y ya no quería que compraras mas de esos cigarrillos que con tanta delicia fumabas? Llegaste a fumar dos cajetillas diarias estimado tío, ¡Era demasiado! ¿No crees? Pero esperabas que mamá se vaya al mercado para ir a la tienda de la esquina a comprar esos cigarros que te encantaba; es mas, yo muchas veces iba hacerte el favor de comprarlos, pero con la condición que el vuelto sea invertido para chocolates. - ¡Qué tonto fui!
Viviste con nosotros aproximadamente cinco años tío Fray, pero tus pulmones ya no resistían mas aquel maltrato tóxico que habías hecho con ellos, es por eso que cuando caíste enfermo y ya no pudiste levantarte, mi madre te llevó de emergencia a la clínica y te mantuvieron bajo observación. Fue un martes, la última vez que te pude ver mi estimado tío. Recuerdo que entré a tu habitación y pude ver, que tenías mangueras conectadas por la nariz, que botaban un líquido negro y espeso. El doctor dijo que ya no tenías pulmones y sólo quedaba esperar. No sabes como me puse en ese instante, pero muy valiente me acerqué y frente a ti, te prometí no fumar nunca en mi vida, ¿Pero sabes algo? He roto esa promesa querido tío, y la verdad, si fumo y te pido perdón, pues cuando yo te veía haciendo eso, no entendía lo que sentías al hacer eso. Ahora lo sé, lo disfruto y te comprendo. Espero que tú, especialmente tú me entiendas más que nadie.
El día que falleciste no fui a tu velatorio, ni a tu entierro; mi madre no quiso que vaya y me obligó a ir al colegio ese día, discúlpame estimado tío Fray que no haya ido acompañarte, pero la verdad también tenía miedo de no poder verte mas y de saber que ya no estarías mas a mi lado, dejando vacíos irreparables, que sólo son llenados con tus recuerdos y tus enseñanzas.
Han pasado algo de 15 años, cuando ocurrió todo esto. Pero el 20 de junio, tu hermano, que por cierto se aparece mucho a ti, llegó de visita, y vi en él; tú reflejo, tus manías, tus gestos y todo lo que una persona que te quiso mucho, vería. Es por eso que lo miraba mucho, y sé que él se incomodó, pero le dije la verdad y me pudo comprender. Me hacia recordar a usted estimado Fray. Pero en mi interior, sé que usted me vino a saludar por mi cumpleaños a través de él, y en ese silencio entendí que siempre se acuerda de mí, mil gracias Fray, por aquel regalo tan hermoso que este día tan especial.
Me despido, con la esperanza que estás conmigo.
Atte.
Jiguem.