Siempre me gustaron los gatos y mis historias con ellos fueron infinitas, pero a su vez tristes.

RECUERDOS...

Cuando tuve 14 años, una vecina me regaló una gatita siamés de color marrón claro, bien linda ella, ¡¡¡era hermosa la gata¡¡¡ tuvo sus hijos con un gato callejero, todo un semental el condenado y producto de ese romance de techo, nacieron unos hermosos gatitos, lógicamente muchas personas querían uno y la desesperación de mi madre por deshacerse de todos ellos era única y solo quedarse con la madre y dos gatos, era la única salida.

A los cuatro meses de aquel acontecimiento la gata madre murió, la tristeza inundó la casa y como era de esperarse solo nos quedamos con dos felinos, una hembra y un machito. Ella, una gringa engreída y lujuriosa, la llamamos María Joaquina y el se llamó Cirilo, todo un potrillo, totalmente negro y con unos ojos que relucían como el sol.

Los nombres que les dimos, fueron sacadas de una serie mexicana, que era un boom en su momento, “Carrusel de niños”... Las travesuras entre esos dos ejemplares eran bellas y la fortaleza física de ambos era la envidia de cualquier gato, pero sucedió lo trágico; ha María Joaquina le dieron veneno y apareció muerto debajo la cama de mi hermana, nunca pudimos saber quien diablos fue, pero Cirilo quedó muy triste y todos los que vivían en casa nos sentimos dolidos hasta impotentes de no poder salvarla.

Cirilo quedó con nosotros y lo cuidamos mas que nunca, el siguió creciendo y era todo un ejemplo de habilidad y destreza corporal, que deslumbraba con luz propia, y que decir de su peso, al momento de cargarlo se convertía en todo un toro, llegando a pesar hasta ocho kilos y medio, pura fibra el condenado, todo un monumento mi pichilín, como cariñosamente lo llamábamos.

La vida con el siguió y la felicidad en casa también, siempre era obediente y su flamante corbatita en el cuello era su adorno preferido; debo reconocer que ese ser de cuatro patas era mi amigo confidencial, mi mejor exponente y mi carta de presentación que jugaba, corría, saltaba y desfilaba como todo un campeón ante la gente; nunca concebimos ni imaginamos que su muerte seria cruel, demasiado cruel.

Solo recuerdo que fue un mes como este, mientras los medios de comunicación narraban sus noticias y un diario chicha ponía como titular “los come gatos acechan la cuidad”, una tarde se lo robaron y se fue la alegría de la casa, no dejó ningún aviso que volvería, solo se, que a las semanas nos enteramos por intermedio de un vecino, que unos locos se lo llevaron en un costal, imagino que para saborearlo con algo de arroz y suciedad.

A pesar que siempre hemos preferido los gatos y ahora tenemos uno que se llama Papachito. Nunca mas tuvimos un gato igual que ese, solo se que nunca podré olvidar lo que vivimos, ni mucho menos olvidar su nombre; Cirilo.

Jiguem.