
LA CAIDA DEL BLOGGER
Resulta que Lima estaba de invierno y como es clásico, la lluvia regalaba enojos cada vez que entraba en aquella habitación, y de verdad, había que hacer algo para que corriera el agua por ese techo de calamina, cada vez que la nube se pusiera a llorar, no inunde ese cuarto que cobijaba aquellas amistades.
El domingo acordado para hacer la tarea había llegado y mis ganas estaban al tope, la risa y las bromas al llegar hacían que la situación se pusiera amena, después de una pequeña conversación y poco de humor con doble sentido a una de ellas, decidí hacer la labor encomendada, pronto mis habilidades por subir al techo se hacían presente.
Una vez arriba del techo, me puse acomodar y ver la forma de cómo darle una solución rápida y satisfactoria al problema, pero había una hoja de calamina que estorbaba mi visión, estiré lo mas que pude el brazo para moverlo, pero nada. Entonces decidí poner la punta de mi pie encima de la calamina, me moví un poco hacia delante y no sé como, pero sucedió lo terrible... perdí el equilibrio y mi cuerpo se vino hacia adelante, cayendo y rompiendo las calaminas ¿yo? Estaba tirado en el suelo con dolores en todo el cuerpo después de haber caído tres metros de forma horizontal. En pocas palabras me había sacado la mugre en esa caída.
¡JOHN¡ ¡JOHN¡ ¡JOHN¡ ¡JOHN¡ ¡JOHN¡
¡DIOS SANTO¡ ¡DIOS SANTO¡ ¡DIOS SANTO¡
Escuché mientras caía del techo acompañado con las calaminas rotas, hasta cuando estaba en el piso, tirado y sin ganas de moverme, era la voz de soledad, que después de mi caída ella estuvo peor gracias al susto que se llevó.
¿Estás bien? – preguntaron - ¡Estoy bien¡ - grité; pero realmente no estaba bien, me dolía todo, mientras estaba echado en el suelo las chicas se acercaron a verme:
¿Qué te pasó? - ingenuamente me preguntó una de ellas, que por cierto había visto lo sucedido.
- Me quise hacer el mártir – le contesté, por no decirle otra cosa.
No quería levantarme, ni moverme y me quedé en el suelo por un buen tiempo, pero una de ellas viendo lo mal herido que me encontraba, ayudó a levantarme y llevarme al lavadero, pues un hilo de sangre corría por mi cabeza y de mis labios; confieso que el susto era más para ellas que para mí; me levanté de forma pausada y con su ayuda me puse de pie, caminé los pasos necesarios y me enjuagué lo mas lento posible, estaba muy adolorido y con mucho ardor en el cuerpo y en mi cara.
Después de lavarme, miré al espejo y tenÍa el cabello lleno de polvo y muchas pequeñas heridas en las manos y brazos, la tenía la cara hinchada y los labios demasiados carnosos (por no decir hinchados), no quise decir palabra alguna, sólo me recosté en la cama bajo la custodia de ellas y preferí relajarme, pues no quise mover ni decir nada para no preocuparlas, ya que todo esto era de consideración...
... No se imaginan los dolores, las preocupaciones y mareos que tuve los siguientes dias, y no deseo entrar en detalles para no herirme más, sólo deseo borrar de mi mente, ese domingo trágico que me tocó vivir.
Jiguem